Un lobo le dijo a un niño que con su carne tierna
iba a pasar el invierno.
El niño le dijo al lobo que sólo comiera una pierna
porque siendo aún tan tierno
iba a necesitar muy pronto que estuviera bien cebado
pues llegaría un momento
en que, aunque cojito, necesitaría un asado
de lobo como alimento.
Se miraron, se olisquearon y sintieron tanta pena
de tener que hacerse daño
que se pusieron de acuerdo para repetir la escena
evitándose el engaño
de que para sobrevivir dos personas que se quieran
sea siempre necesario que,
al margen de sus afectos,
unos vivan y otros mueran.
Ambos murieron de hambre.